Esta es la novena conversación del proyecto 100+ Conversaciones para inspirar nuestra nueva dirección (#OKFN100).

Desde 2023, estamos nos reuniendo con más de 100 personas para discutir el futuro del conocimiento abierto, moldeado por un conjunto diverso de visiones de artistas, activistas, académicos, archivistas, pensadores, legisladores, científicos de datos, educadores y líderes comunitarios de todo el mundo.

El equipo de Open Knowledge Foundation quiere identificar y debatir temas sensibles a nuestro movimiento y usar este esfuerzo para moldear constantemente nuestras acciones y estrategias comerciales para entregar de la mejor manera posible lo que la comunidad espera de nosotros y de nuestra red, una organización pionera que ha estado definiendo los estándares del movimiento abierto durante dos décadas.

Otro objetivo es incluir las perspectivas de personas de diversos orígenes, especialmente aquellas de comunidades marginadas, de identidades disidentes y cuya ubicación geográfica está fuera de las principales potencias financieras del mundo.

¿Cómo openness puede acelerar y fortalecer las luchas contra los complejos desafíos de nuestro tiempo? Esta es la pregunta clave detrás de conversaciones como la que puedes leer a continuación.

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Esta semana hemos tenido la oportunidad de hablar con Angela Oduor Lungati, Directora Ejecutiva de Ushahidi, una empresa tecnológica mundial sin ánimo de lucro con sede en Nairobi (Kenia) que ayuda a las comunidades a recopilar y compartir información.

Angela es una tecnóloga, creadora de comunidades y defensora del software de código abierto a la que le apasiona crear y utilizar herramientas tecnológicas adecuadas para influir en la vida de grupos marginados. Tiene más de 10 años de experiencia en desarrollo de software, compromiso con la comunidad global y gestión de organizaciones sin ánimo de lucro. También es cofundadora de AkiraChix, una organización sin ánimo de lucro que forma a generaciones de mujeres que utilizan la tecnología para desarrollar innovaciones y soluciones para África.

Al igual que Open Knowledge Foundation, Ushahidi es miembro de la Digital Public Goods Alliance (DPGA), por lo que su software ha sido reconocido como Bien Público Digital. En diciembre del año pasado, nuestras organizaciones impartieron conjuntamente un taller sobre la contaminación de la información durante elecciones en Addis Abeba (Etiopía).

Esta conversación tuvo lugar en línea el 12 de marzo de 2024 y fue moderada por Renata Ávila, CEO de OKFN, y Lucas Pretti, Director de Comunicación y Advocacy de OKFN. 

Esperamos que disfrutes.

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Renata Ávila: Uno de los recuerdos de los primeros días del movimiento abierto es la fuerza con la que se unía en torno a una agenda positiva, en lugar de oponerse a todo. Era el espíritu de “puedo hacerlo yo mismo”. Si tengo un ordenador en casa, acceso a Internet y algunas habilidades, lo haré”. Mirando atrás tantos años después, los defino como muy privilegiados en comparación con tanta gente que no tenía esos recursos. Quería hacer esta pequeña introducción para pedirte que me cuentes la historia de Ushahidi. ¿Cómo nació? ¿Hace cuánto tiempo?

Angela Oduor Lungati: Ushahidi es una palabra swahili que significa testimonio. La empresa nació en un momento muy oscuro de la historia de Kenia. El telón de fondo son las elecciones de 2007. Había unas tensiones tribales muy fuertes, mucha desconfianza y la gente se resistía mucho a los resultados electorales si no eran los ganadores. Así que cuando se anunciaron los resultados, estalló la violencia en todo el país. Uno de los principales problemas en aquel momento, aparte de la violencia en sí, fue que hubo un apagón mediático en todo el país. Esto significaba que no todo el mundo en el país era plenamente consciente del alcance de la situación porque los medios de comunicación no podían cubrirla. Había un enorme vacío de información, tanto para la gente que vivía en Kenia en aquel momento como para la gente de la diáspora, preocupada por sus familias y por el país.

Así que un grupo de cinco blogueros keniatas se reunieron y decidieron encontrar una forma de dar a conocer al mundo lo que estaba ocurriendo. Era una forma de dar testimonio, de compartir testimonios. Rápidamente se creó una plataforma y la gente pudo compartir noticias de lo que ocurría a su alrededor. Podían ser los disturbios, o información sobre gente invadiendo un lugar concreto, o lo contrario, informes de una zona mayoritariamente pacífica. Todo muy fácilmente a través de mensajes de texto, correo electrónico o Twitter. Esta información se introduce en la plataforma y se visualiza en un mapa. En este primer caso de Ushahidi, fue posible obtener una representación visual muy rápida de los focos de violencia en cada región y un conocimiento situacional muy rápido de la profundidad del problema.

Se trata de un contexto que probablemente sea común a muchos otros países africanos: mala gobernanza y escaso ancho de banda en un momento en el que estaban surgiendo las plataformas sociales y la gente podía expresar sus opiniones con más claridad. Así que los fundadores de Ushahidi fueron capaces de crear una herramienta que cambió la forma en que fluye la información, porque no se filtraba desde fuentes oficiales, sino que era un enfoque desde abajo

Rápidamente se dieron cuenta de que una herramienta creada para este tipo de situaciones podría ser útil en otros lugares. ¿Cómo podemos facilitar que la gente reproduzca esto? Y ese es el origen de hacer que la plataforma Ushahidi fuera de código abierto, asegurándose de que fuera fácil de descargar o de que la gente pudiera registrarse y ponerla en marcha rápidamente. Algo similar para que puedan comprometerse con las comunidades privadas de derechos y ver cómo pueden unirse para formar parte de la solución en lugar de ser receptorxs pasivos de información.

Renata Ávila: ¿Cómo evolucionó Ushahidi tras esa chispa inicial?

Angela Oduor Lungati: En los últimos 16 años, Ushahidi se ha utilizado en varias categorías de impacto social. La principal es la respuesta a las crisis. Si pensamos en las elecciones de Kenia, el terremoto de Haití, el terremoto de Nepal, COVID-19, etc., la plataforma es una forma muy buena de interactuar con las personas afectadas por las crisis y de que esa información influya directamente en la respuesta humanitaria y la protección de los derechos humanos.

Uno de mis ejemplos favoritos es HarassMap en Egipto. Empezaron documentando casos de acoso sexual a mujeres en Egipto. Con el tiempo, construyeron un modelo que ha inspirado otros 20 mapas de acoso diferentes en todo el mundo. Con esta iniciativa, la gente no sólo recopila datos y sensibiliza, sino que también piensa en cómo utilizar los datos para influir en el cambio político y de comportamiento.

En Kenia, hemos utilizado Ushahidi en todas y cada una de las elecciones desde 2007. En 2010, durante el referéndum constitucional, las elecciones generales de 2013, 2017 y 2022. Las comunidades de Nigeria también lo han utilizado ampliamente. Sé que también se ha utilizado en Estados Unidos y en muchos otros espacios. Más recientemente, hemos llegado a comunidades marginadas para centrar la voz ciudadana en la conversación sobre el cambio climático.

Renata Ávila: Al principio, la apertura era algo muy técnico, que se refería básicamente a reglas en los límites de los sistemas dominantes. El código abierto y las licencias abiertas, por ejemplo, se refieren a restricciones en la capacidad de compartir. Así que lxs activistas se dedicaron a abrir pequeñas ventanas y grietas en el sistema para permitir compartir mejor. Me gustaría explorar las distintas perspectivas de la apertura hoy en día y los diferentes grados de apertura, como el aspecto comunitario, la participación, la gobernanza y la accesibilidad. ¿Qué papel desempeñan estos elementos para que Ushahidi siga adelante?

Angela Oduor Lungati: Antes de entrar en el contexto de Ushahidi, quiero responder a esto desde una perspectiva conceptual. Si no existe una comunidad en torno a una herramienta que se intenta hacer abierta, eso puede ser señal de que hay un desafío a la apertura. Un ejemplo clásico es que, si no hay gente que contribuya a tu código, empiezas a preguntarte: ¿hay algún problema con que instalen el software? ¿Con que entiendan cómo contribuir? ¿Con el lenguaje con el que interactúan? Creo que un buen indicador de la apertura podría ser el tamaño y la salud de tu comunidad. Eso podría decirte que tan abierto eres.

Si lo pensamos en el contexto de Ushahidi, desde el momento en que abrimos la plataforma, los fundadores se propusieron ser inclusivos. Queríamos asegurarnos de que cualquiera que necesitara la herramienta pudiera utilizarla, reduciendo las barreras. En tiempos de crisis, hay personas que no tienen los conocimientos técnicos o los recursos necesarios para crear una instancia autoalojada y mantener la infraestructura técnica en buen funcionamiento.

Una de nuestras estrategias fue centrar los desarrollos en el aspecto móvil, que era la fruta más al alcance de la mano para asegurarnos de que la gente pudiera participar. Los teléfonos móviles son el dispositivo más omnipresente, hasta mi abuela tiene uno, tenga o no acceso a internet. Otra estrategia fue reconocer que no todo el mundo habla inglés. Así que la lógica es: ¿cómo facilitamos que la gente interactúe con la herramienta de una manera que ya sabe? Y lo que es más importante, ¿cómo facilitamos la conexión entre las personas para que puedan compartir lo que han aprendido? Si alguien en Kenia está llevando a cabo un proyecto electoral y aprende algo de él, ¿cómo puede compartirlo con otra persona en Nigeria, o en el Congo, o en Zambia, para que puedan retomarlo y desarrollarlo? Gran parte del crecimiento que hemos observado se debe a la existencia de estructuras que invitan a la gente a participar.

Con el tiempo, por supuesto, y no se trata sólo de Ushahidi, sino de muchas otras organizaciones sin ánimo de lucro, hemos tenido que pensar en cómo sostener esto y mantener las luces encendidas. Ese es el aspecto de sostenibilidad de la apertura. Ha habido bastante fricción entre la necesidad de apertura y el mantenimiento de una comunidad abierta y la satisfacción de las necesidades de los lugares de donde proceden los ingresos. A eso nos hemos enfrentado durante una parte importante de nuestro viaje.

En los últimos cinco o seis años en los que he sido directora ejecutiva, se ha tratado de cómo volver a nuestras raíces y alimentar esa comunidad de código abierto, asegurándonos al mismo tiempo de que hay un modelo de negocio que puede seguir apoyando todo eso para mantener las luces encendidas.

Renata Ávila: Compartimos los mismos retos con CKAN, un software gestionado y mantenido en fideicomiso por OKFN. ¿Cómo debemos girar al tiempo que nutrimos a la comunidad? ¿Cómo invertir en gobernanza? ¿Cómo invertir en traducción y localización? En comparación con hace 20 años, las sociedades de todo el mundo se han vuelto más precarias, lo que significa, por ejemplo, que un estudiante o voluntario que antes podía dedicar tiempo a un proyecto ahora tiene que tener tres trabajos para pagar las facturas. Por otro lado, básicamente no hay financiación pública que esté realmente dispuesta a contribuir. Así que estas nuevas medidas de austeridad han tenido sin duda un impacto en nuestras comunidades. Hoy en día, organismos como la Digital Public Goods Alliance (DPGA), de la que ambas formamos parte, están abriendo una puerta muy interesante para la colaboración en proyectos como el nuestro.

¿Qué opinas de cómo mantener vivas las comunidades? ¿Cómo podemos hacer que la gente siga viniendo y alimentar las comunidades abiertas para crear valor para el bien público en un contexto tan desfavorable?

Angela Oduor Lungati: La respuesta corta es que todavía estamos tratando de averiguarlo. Puedo dar ejemplos de programas que han sido ampliamente útiles al reconocer los retos económicos sin dejar de ser capaces de demostrar su valor.

Me hice cargo de Ushahidi al principio de la crisis de COVID-19. Sorprendentemente, la pandemia se extendió por todo el mundo. Sorprendentemente, la pandemia fue un resquicio de esperanza porque el uso de nuestra plataforma se disparó, demostrando su utilidad. Había un grupo en España, Frena La Curva, que puso en marcha la plataforma para crear una especie de funcionalidad de ayuda mutua. Documentaron ese modelo y lo compartieron con otros 22 países latinoamericanos e hispanohablantes, y acabó utilizándose. Ha sido muy útil porque hemos podido comunicar el valor de la plataforma en los tiempos que corren, mostrando al mismo tiempo los retos en términos de recursos. Nuestro mensaje giraba en torno a “somos un equipo pequeño”, “aquí tienes formas de participar y ayudar”, “puedes crear una instancia”, “puedes compartir algunos de tus comentarios”, etc. Luego lo combinamos con la participación en programas como Google Summer of Code y Outreachy.

Lo menciono porque superamos la barrera de entrada en el primer punto. Hemos conseguido que se pague a los voluntarios, gracias al apoyo del programa de estructura Outreachy, y de hecho he podido contratar a dos personas que han salido de la comunidad. Todo eso está muy bien. No sé qué nos ayudará a crecer, pero es un primer paso.

Creo que por eso tenemos programas como la Digital Public Goods Alliance. Aprecio mucho la ola de concienciación entre lxs financiadorxs para ver el valor de estas herramientas en la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, y para entender que es necesario cierto mantenimiento, no solo en el aspecto técnico, sino en las comunidades que son la columna vertebral

Creo que la otra parte podría consistir en reinventar o replantear nuestras estrategias de participación. La forma en que nos comprometemos, la forma en que motivamos a lxs voluntarixs ahora es muy diferente de la forma en que solíamos hacerlo. 

Lucas Pretti: Permítanme profundizar en esta cuestión de la motivación. El espíritu del movimiento abierto del que hablaba Renata al principio tenía un componente hacker. Solíamos crear nuestras propias herramientas, pero también hackeábamos todas las demás herramientas disponibles, ya fueran mainstream o no. Recientemente, con la creciente hegemonía de las Big Tech y la concentración de poder en torno a ellas, esa motivación hacker ha disminuido considerablemente. Al mismo tiempo, creo que esta hegemonía ha pasado su punto álgido, y existe una conciencia considerable de que el software producido por las Big Tech es dañino.

En OKFN nos preguntamos constantemente qué tipo de software debemos desarrollar. ¿Qué consejos nos daría? ¿Cómo podemos motivar a lxs desarrolladorxs para que estén de este lado?

Angela Oduor Lungati: En lo que respecta al contraste con las grandes empresas tecnológicas, creo que nunca nos pondremos al día. Las Big Tech tienen todos los recursos, toda la mano de obra y, para ser sinceras, se llevan lxs mejores profesionales por la misma razón económica de la que hablaba Renata. La gente necesita poder llevar comida a la mesa y cuidar de sus familias. 

Ahora mismo parece como si compitiéramos o tuviéramos que construir herramientas que puedan estar a la altura de las grandes tecnológicas, pero no tenemos la capacidad, las personas o la financiación para poder trabajar a ese nivel. Me pregunto si hay complacencia o simplemente aceptación de un hecho. Puede que haya personas a las que les mueve la pasión por cambiar las cosas, pero que tienen que contar con el hecho de que todavía tienen que poner comida en la mesa.

Pero a veces hay una visión alternativa. En el contexto keniano, veo a desarrolladorxs que dicen: “Vendré un tiempo, obtendré los recursos que necesito durante un tiempo y luego volveré”.

Lucas Pretti: Eso sería una especie de hackeo.

Angela Oduor Lungati: Podría ser. Pero sigo esperando ese regreso. Porque lo que estoy viendo ahora es una enorme avalancha que está succionando los recursos humanos del sector sin ánimo de lucro y todo se está yendo a Big Tech. Sé que hay gente ahí dentro que intenta dar la batalla. Pero me pregunto si va a ser un juego duradero.

Renata Ávila: Absolutamente. Una de nuestras esperanzas es que el movimiento del conocimiento abierto se siente a debatir juntos estas difíciles cuestiones, porque hay parte de la respuesta en cada comunidad. Necesitamos esas respuestas para entender qué nos une para avanzar.

También hemos debatido mucho en OKFN sobre la apertura como principio de diseño. Puedo decir con confianza que Ushahidi es un ejemplo perfecto de un esfuerzo de diseño abierto desde el primer día. Habéis sido fieles a la apertura en el diseño de las prácticas, las plataformas, el sistema de gobernanza, etc. Es un privilegio ver un ejemplo real y tangible de lo que la apertura como principio de diseño puede lograr en instituciones, comunidades y como esfuerzo global. Aprendí mucho de esta conversación. 

Lucas Pretti: Absolutamente. En ese sentido, Angela, tal vez podrías decir unas palabras finales. ¿Quizás empezando por qué es lo próximo para Ushahidi?

Angela Oduor Lungati: Creemos que hemos llegado a un punto en el que hay un montón de datos, es decir, la mantequilla está en el pan, pero ¿qué dicen los datos? ¿Qué historias estamos contando? ¿Cómo podemos hacer que este surgimiento o este resumen de voces tenga más sentido? Nos dimos cuenta de que hay una brecha entre el punto en el que se obtienen los datos y el punto en el que realmente influyen en el cambio. Cuando intentamos reflexionar críticamente sobre el papel que podemos desempeñar en ello, tenemos que pensar si los datos que tenemos son realmente representativos.

Cuando decimos que estamos trabajando con comunidades privadas de derechos, ¿podemos compreender realmente lo que significa la privación de derechos? ¿Podemos desglosarlo por género? ¿Podemos desglosarlo según criterios geográficos, sociales o económicos? Y para los responsables de la toma de decisiones, ya sea en el gobierno o como donantes, ¿cómo podemos facilitarles la comprensión de la situación? ¿Son capaces de establecer comparaciones o similitudes entre algunos de estos ámbitos? 

Tenemos algunas hipótesis sobre cómo podríamos hacer algunas de estas cosas. Una de las más importantes es pensar en la creación de este centro de conocimiento federado de instancias de Ushahidi, poniendo los datos de todas esas instancias en un lugar que cualquiera pueda consultar, pero de una manera que proteja la apropiación cultural, que tenga en cuenta la propiedad y se asegure de que no es extractivo, que es atractivo y que el consentimiento está incorporado y que se respetan las leyes locales. Va a ser muy interesante observarlo.

Otro gran interrogante es qué papel podemos desempeñar para seguir fomentando un ecosistema abierto próspero, cuando las nuevas tecnologías avanzan a un ritmo tan rápido. Esa es básicamente la conversación que acabamos de tener. ¿Cómo contribuimos también a construir un ecosistema responsable mientras todo esto sucede? Sabemos que muchos de los conocimientos que hay ahora mismo se deben a todo el trabajo que ha hecho el movimiento del conocimiento abierto, pero todo eso va a parar a modelos propietarios, lo que puede tener un impacto directo en las motivaciones.

Sigue siendo un reto complejo, pero sobre el que estamos reflexionando de forma crítica.

Renata Ávila: Creo que continuaremos la conversación porque nuestra comunidad está muy interesada en ello. Estamos dispuestas a ayudar en todo lo que podamos.